jueves, 26 de febrero de 2009

CIUDAD FAST

En estos tiempos la vida ha tenido muchos cambios en los que ya no se conforma con lo básico, sino que queremos cada día obtener más cosas que, muchas veces, ya no sirven para nada. Después de cierto tiempo, perdemos el sentido del valor de la calidad, haciéndolo todo rápidamente y sin dedicarle el tiempo necesario para mejorarlo; así nos vamos volviendo esclavos de lo simple, práctico y fácil, perdemos la esencia de las tradiciones, reemplazando la calidad artesanal por la línea de producción de las máquinas, acostumbrandonos a un mundo de productos desechables, de comida chatarra; pasando así dia a día, sin darnos cuenta cómo se va deteriorando la vida natural y sana que antes abundaba, y sin importarnos nuestros sucesores.
La gente no se detiene, va acelerada. La vida transcurre muy aprisa, los días se solapan unos con otros en un tiempo continuo. La pregunta debe ser respondida urgentemente. No hay tiempo qué perder, el tiempo apremia. Los rostros muestran su última expresión: unos nos ofrecen una mueca, otros regalan una sonrisa. Apuramos la copa de la existencia y cuando paladeamos su sabor ya se nos ha ido. Miramos la cara del sufrimiento y tampoco perdura. Sólo imágenes son, sólo momentos que desaparecen en el tiempo.